10/11/09

La estrategia del parche.

Entrar en un restaurante y pedir un plato de sopa parece una cosa simple. Se trata, básicamente, de sentarse en una silla junto a una mesa sobre la cual, momentos más tarde, es servido un plato lleno de un caldo bien caliente y, utilizando de la mejor manera posible una cuchara, ingerir discretamente este sabroso alimento. Sin embargo, hoy en día, en un mundo moderno como el nuestro, un acto tan simple como éste puede convertirse en una auténtica pesadilla.

Imagine que, por un imperdonable descuido, entra usted en un restaurante que se asume como fervoroso seguidor de la modernidad y del progreso. Puede depararse, para su sorpresa, con que el plato que le ponen delante no tenga la habitual forma cóncava, sino una forma convexa. Este moderno diseño supone, sin duda, un importante avance tecnológico, pues facilita la posterior limpieza del plato y mejora las condiciones higiénicas. Sin embargo, cuando el camarero venga a servirle comprobará que la sopa escurre por la superficie del plato y se derrama inevitablemente por toda la mesa. Al final, este nuevo diseño no resulta ser tan ventajoso. Así, lo mejor sería reconocer el error y sustituir este plato por el tradicional plato cóncavo.

Pero no. Hacer esto sería atentar contra el progreso. Sería una intolerable vuelta al pasado, un retroceso histórico hacia el oscurantismo de otros tiempos. Debemos confiar siempre en la tecnología, capaz de solucionar este problema, o cualquier otro, de una forma moderna, eficaz e imaginativa. Efectivamente, bastará con añadir a la sopa un espesante químico fabricado, por ejemplo, con cualquier sustancia cancerígena, para que, al ser servida, la sopa solidifique al instante y no escurra por la superficie convexa del plato. Claro que, siendo sólida la sopa, la cuchara dejará entonces de ser eficaz. Pero esto puede solucionarse conectando la cuchara a la electricidad y acoplándole una resistencia que caliente el metal a una temperatura elevada. Así la cuchara conseguirá entrar fácilmente en la sopa y retirar pedazos de ella. Es evidente que usted se quemará la mano al coger esta cuchara, pero podrá evitarlo usando un grueso guante de amianto. Y como, usando este guante, perderá sensibilidad en los dedos, deberá utilizar una máquina automática que guíe su mano hasta la sopa y luego hasta su boca. Para evitar mancharse, pues la máquina será algo imprecisa, deberá ponerse también un embudo en la boca. Y como la sopa sólida seguramente se atascará en el embudo, tendrá que calentar el embudo con otra resistencia para volver otra vez líquida la sopa. Para evitar que el embudo caliente le queme la boca…

Sí, entrando en este restaurante y siguiendo todos estos procedimientos, usted se habrá convertido en una víctima de la estrategia del parche. Esta estrategia, tan común en nuestro tiempo, consiste en no reconocer nunca que se eligió un camino errado. Si el rumbo trazado se revela como equivocado, la única opción admisible es huir siempre hacia adelante, complicándolo todo aún más. Podemos decir que si errar es humano, reconocer que se erró es, para los seguidores de la estrategia del parche, algo totalmente sobrehumano. En vez de enfrentar y solucionar los errores, lo que se hace es ponerles un parche por encima, y sobre este parche otro, y otro, y otro.

En el mundo que vivimos, la estrategia del parche es claramente predominante. Podemos verla aplicada a cualquier asunto. Por ejemplo, en la agricultura vemos cómo las plantaciones extensivas fueron sustituidas por las intensivas. Siendo los abonos naturales insuficientes, se sustituyeron por los químicos, que alteraron el suelo. Para este suelo más pobre fue necesario crear nuevas variedades de plantas, más abonos y potentes herbicidas e insecticidas. Para poder adicionar aún más cantidad de estos venenos, se crearon entonces las plantas transgénicas, que consiguen resistirlos mejor. Pero el ambiente sucumbe ante esta enorme agresión química y se hará necesario inventar un nuevo y aberrante parche. Por su parte, la adopción de la ganadería intensiva también implicó una absurda y progresiva utilización de piensos sintéticos, de antibióticos, de hormonas… El alimento, producido de una forma cada vez más moderna, es ahora siempre de peor calidad y más peligroso para la salud humana.

En materia de energía, los combustibles fósiles se utilizaron para crear modelos de desarrollo completamente insostenibles. Cuando estos combustibles revelan ahora su impacto sobre el clima terrestre, se pretende ilusoriamente desviar los gases producidos hacia el subsuelo. Este enorme parche permitiría rehuir el problema y seguir consumiendo petróleo alegremente como hasta ahora. Y como el petróleo empieza también a escasear, se recurre también a otras fuentes de energía igualmente destructivas. Se arrasan los bosques para cultivar plantas productoras de biocombustibles, necesarios para mantener todos los coches en movimiento. Y también se utiliza aún más la energía nuclear, altamente contaminante, o se hace un uso ilógico y absurdo de la energía eólica e hidráulica. Todo ello para mantener el mismo modelo de sociedad basado en el abuso y el desperdicio energético.

En nuestro mundo actual, cualquier idea considerada moderna es siempre indiscutible y no tiene vuelta atrás, por más absurda y catastrófica que se revele. Y esto es así porque nada ni nadie puede frenar el progreso.

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