25/7/14

El empacho humano y la destrucción del mundo.

En ocasiones los lagos y otros ecosistemas de agua dulce sufren una profunda alteración debido a la llegada masiva de nutrientes a sus aguas. Estos nutrientes, como por ejemplo el nitrógeno o el fósforo, provienen generalmente de los fertilizantes químicos utilizados en la agricultura y que más tarde son arrastrados por las lluvias desde los campos hasta ríos y lagos. Su presencia en exceso desencadena entonces una alteración, muchas veces irreversible, en las características biológicas, químicas y físicas de las aguas de los lagos mediante un proceso que se conoce como eutrofización.

La llegada de estos nutrientes provoca que unas pocas especies de algas comiencen a crecer descontroladamente hasta cubrir por completo toda la superficie del lago y ocupar también toda la parte superior de las aguas. Las algas captan entonces toda la luz del sol e impiden que ésta pueda llegar a más profundidad, donde otras especies de algas y los animales, no teniendo ni luz ni oxígeno, acaban por morir, descomponiéndose y degradando aún más la calidad del agua. Mientras tanto, las algas continúan a crecer sin control, generando una creciente cantidad de materia orgánica cuyas capas más inferiores entran también en descomposición. Las aguas del lago acaban así, poco a poco, sepultadas bajo esta creciente masa de materia orgánica. El lago se convierte primero en un pantano y luego, con su lecho ya totalmente colmatado, acaba por perder el agua y secarse por completo. El lago, por tanto, muere y desaparece.

Podemos decir que con la eutrofización el lago muere de empacho. La dieta saludable que llevaba hasta entonces, con un moderado aporte de nutrientes, favorecía la limpidez de las aguas, el desarrollo de una gran variedad de formas de vida y la manutención de un ecosistema bien equilibrado. Con la llegada del exceso de nutrientes el lago pasa a disponer de mucho más alimento, lo que aparentemente sería bueno para el desarrollo de la vida. Y efectivamente esto es así para algunas algas, que proliferan sin control. Sin embargo, debido a esa misma proliferación, mueren luego todas las otras algas y los animales, se destruye el equilibrio ecológico y la biodiversidad y se provoca finalmente la desaparición física y material del propio lago.

El proceso de eutrofización de los lagos es un interesante ejemplo que nos permite comprender mucho mejor qué es lo que en la actualidad está acabando con todos los ecosistemas naturales a nivel mundial. Podemos decir que el planeta sufre hoy en día un proceso muy semejante al de la eutrofización. Pero en este caso no se debe a un crecimiento descontrolado de algas causado por un aporte masivo de nutrientes. En este caso se debe, por el contrario, a un crecimiento descontrolado de la población humana causado por un aporte masivo de energía.

No hay duda de que en la actualidad la población humana prolifera descontroladamente. Y lo hace debido al aporte masivo de energía que le proporcionan los combustibles fósiles. Son millones de años de energía solar los que están almacenados en el subsuelo bajo la forma de carbón y petróleo y que están ahora a ser utilizados, de manera súbita y desenfrenada, por las sociedades humanas.

Pero no sólo el hombre prolifera gracias a la eutrofización energética. También lo hacen todas las especies asociadas a él a través de la agricultura y la ganadería. El mundo está lleno ahora de seres humanos, pero también lo está, en mucha mayor proporción, de trigo, de maíz, de arroz, de soja, de cerdos, de vacas, de gallinas, de perros... El hombre y sus especies asociadas crecieron tanto en número y en extensión que en la actualidad llegan a cubrir ya la mayor parte de la superficie fértil del planeta. Y todas las otras especies, sin acceso a esta superficie o sin ni tan siquiera muchas veces espacio físico para existir, están muriendo y desapareciendo. Así, asistimos hoy en día a un rápido y alarmante desplome de la biodiversidad a nivel mundial.

El planeta está muriendo de puro empacho. El exceso de energía y el consiguiente crecimiento del paisaje humanizado están sepultando y eliminando todos los ecosistemas naturales. Y con ello el desastre, tal como en el caso de los lagos, está asegurado. La desaparición de los ecosistemas hace que el planeta sea cada vez más inhabitable y estéril. Y con la progresiva reducción de las condiciones de vida y de la fertilidad de la tierra no hay duda de que en un determinado momento la población humana acabará también por perecer, por mucha energía de que disponga. Aunque ni siquiera será mucha, pues los combustibles fósiles, tan rápidamente como aparecieron, acabarán por agotarse y desaparecer.

Podríamos pensar que con el fin de los combustibles fósiles y la disipación de su energía volveremos a la situación inicial. Pero lo que nos encontraremos entonces será un escenario ya demasiado catastrófico, con la mayoría de los ecosistemas destruidos, arrasados o muertos. Gran parte de las especies habrá sucumbido. Y las pocas que proliferaron, sin la energía que hasta ahora las sustentaba, cubrirán la tierra con sus cadáveres, alterando quizás por última vez los ecosistemas.

Los combustibles fósiles no son, como siempre se ha creído, una fuente barata, útil y benéfica de energía. En realidad son, como todo lo que es en exceso, un veneno de características destruidoras. Amenazan con acabar con el planeta condenándolo a una muerte lenta por empacho en el que la humanidad no es otra cosa que el alimento indigesto que se atraviesa en su estómago. Y contra más energía fósil utilicemos y gastemos, mayor será esa indigestión. Piense en esto cada vez que consume carbón o petróleo, es decir, a cada momento.