30/4/09

Destruya el mundo sin necesidad de hacer turismo.

Es bien sabido que en todos los desiertos se producen espejismos. El aire trémulo que se eleva por encima de la arena caliente crea todo tipo de figuras fantásticas sobre el horizonte: legendarios oasis de mágica silueta, ciudades míticas pertenecientes a civilizaciones perdidas, palacios dorados nacidos directamente de la imaginación…

Incluso podemos ver, a veces, la figura de una gran ciudad formada por numerosos y enormes rascacielos que se elevan a partir de amplias avenidas verdeantes de vegetación, una ciudad bañada por mares cálidos sobre los que se adivinan fantásticas islas de formas sorprendentes, una ciudad llena de hoteles, de bancos, de centros comerciales, de centros de diversión nocturna, una ciudad con enormes pabellones cuyo suelo está cubierto de blanca nieve y por donde circula una multitud de esquiadores…

Pero al final, puede que no se trate realmente de un espejismo. Lo más probable es que se trate de una realidad tangible. Seguramente nos encontramos, en verdad, ante un destino turístico como Dubai, una de las nuevas perlas de los mares de oriente.

¿Cómo es posible que, en medio del desierto, un espejismo absurdo y delirante como éste sea una realidad? La respuesta es bien simple: es posible gracias al petróleo. El uso abusivo de esta fuente de energía es capaz de crear y alimentar éste y otros variados tipos de espejismo. Claro que el enorme derroche de petróleo significa también una enorme emisión de CO2. Y el exceso de este gas, como es bien sabido, provoca el cambio climático del planeta, cuyas consecuencias incluyen, por ejemplo, la fusión de los casquetes polares, la desertización de las zonas tropicales, la acidificación de los océanos, las sequías crónicas, las grandes olas de calor, el aumento de los fenómenos atmosféricos violentos… Y aunque estos fenómenos ya han producido miles de muertes, en el futuro producirán muchísimas más.

Ante la enorme gravedad de este problema, ¿qué hacen los turistas de todo el mundo? Pues, por más sorprendente que parezca, los turistas acuden en masa, cada año, hacia estos espejismos. Acuden religiosamente hacia estas enormes fábricas de contaminación. Porque ¿qué mejor que combinar a un mismo tiempo el disfrute de unas agradables vacaciones y la destrucción del mundo? Pasar unos días en uno de estos lugares permite a cada turista aportar a la atmósfera unas buenas toneladas de CO2 y contribuir así para la destrucción del planeta. De esta forma se evita, de una sola vez, tener que donar dinero para la eliminación de los osos polares, de los arrecifes de coral, de la vegetación subtropical, de los cultivos fértiles… ¡Y además, se hace todo de una forma divertida!

Incluso aquellos turistas que viven en los países más sensibles al cambio climático contribuyen también para la destrucción del mundo y para la desaparición inminente de su propio país. No hay duda de que se trata de personas valientes y llenas de coraje, dignas de gran admiración. Pero tenemos que admitir que, en general, el mundo está lleno de personas valientes, pues precisamente los dos países más destructivos, con una mayor huella ecológica, Dubai (EAU) y EUA, son de los que atraen cada año más turistas.

Practicar este turismo suicida e irresponsable es sin duda admirable. Pero, pensemos bien: no hace falta ir tan lejos para destruir el planeta. Con un poco de imaginación, podemos quedarnos en nuestro propio país y contribuir para la destrucción del mundo de una forma bastante más barata pero igualmente eficaz.

Por ejemplo, podemos ir a acampar a una refinería de petróleo que esté cerca de nuestra casa y prenderle fuego, emitiendo así una cantidad considerable de CO2. Y si no nos gusta acampar, podemos ir a una gasolinera, la que esté más cerca de nuestra casa, comprar unos bidones de gasolina y luego quemarlos en cualquier parte. Claro que también podemos optar por una actividad más tradicional como es ir a un bosque y prenderle fuego. Esta modalidad tiene la ventaja de que, además de emitir CO2, se eliminan las propias plantas que podrían retirar este gas de la atmósfera.

Así es: cualquier contribución para destruir turísticamente nuestro planeta, por más pequeña que ésta sea, será siempre bien venida. Tal como nuestra propia sociedad, conviértase también usted en un maravilloso espejismo.

24/4/09

Quemar otra vez la biblioteca de Alejandría.

La famosa biblioteca de Alejandría ardió hace ahora un par de milenios, en los lejanos tiempos clásicos. A pesar de la magnitud de la catástrofe, la verdad es que nunca se llegó a saber muy bien cuál fue el origen del incendio. Sin embargo, conociendo la naturaleza humana tal como la conocemos hoy en día, podemos tener una idea bastante clara de cómo sucedió.

Todo comenzó en un frío día de invierno, poco después de las fiestas en honor del dios Apis. En ese día, de repente, el bibliotecario mayor de la gran biblioteca de Alejandría comenzó a sentir frío. Viendo que ya no quedaba leña, el bibliotecario pensó que, para calentarse un poco, quizás podía quemar unos cuantos papiros viejos en la chimenea. Seguro que nadie iba a notar su falta.

El invierno fue avanzando lentamente y, siempre con falta de leña, los papiros fueron desapareciendo en el fuego uno tras otro, convirtiéndose en reconfortante calor. Y así, meses después, cuando el bibliotecario fue a buscar más papiros para quemar, se dio cuenta de que ya había quemado todos. No quedaban más en toda la biblioteca. Comenzó entonces a pensar que su comportamiento, después de todo, no había sido demasiado inteligente. Así, tratando de ocultar la negligente destrucción de todos los papiros de la biblioteca, prendió fuego a todo el edificio. Y así fue, con toda probabilidad, cómo ardió la más famosa biblioteca de la historia.

Ese fue sin duda el invierno más calentito de toda la vida del bibliotecario. Desgraciadamente, pasó el resto de sus días sin empleo y sin dinero para comprar leña o cualquier otro tipo de combustible, por lo que acabó por morir de frío poco tiempo después.

Es una historia con un final triste. Resulta imposible no sentir lástima por este pobre hombre. Y eso a pesar de que, debido a su actitud estúpida e irresponsable, desaparecieron todos los valiosos e irrepetibles libros guardados en la biblioteca. La humanidad quedó así privada de un conocimiento adquirido durante siglos y siglos de arduo y laborioso esfuerzo.

Podemos pensar que, hoy en día, a nadie se le ocurriría quemar los libros de una biblioteca como la de Alejandría sólo para entrar un poco en calor. ¿O quizás sí?… Pues bien, en realidad no sólo es posible, sino que es casi inevitable. Forma parte del modo de pensar y de ser de nuestra civilización. Basta observar, por ejemplo, lo que ocurre hoy en día con la conservación de la diversidad biológica, la llamada biodiversidad.

Durante miles de millones de años, una cantidad de tiempo inimaginable, prácticamente una eternidad, la evolución fue creando las millones de especies existentes en la actualidad. Cada una de ellas está adaptada a la perfección al ambiente que vive y es única e irrepetible. Y cada una tiene la toda la información que la define en su código genético, escrita detalladamente en las moléculas de ADN.

Podemos fácilmente comparar el código genético de cada especie con un libro. En realidad, en el código genético está escrito, línea a línea, cómo construir un organismo vivo y cuáles son las características que le permitirán desempeñar una determinada función dentro del ecosistema en que se integra. Así, destruir una especie y su código genético equivaldría, según esta comparación, a quemar un libro.

Pues bien, quemar estos libros es exactamente lo que estamos haciendo actualmente. La actual actividad humana está destruyendo todas las especies. La biodiversidad disminuye en el mundo a cada día que pasa, cada vez más aceleradamente. Pero hay una gran diferencia entre destruir libros y destruir especies. Mientras que para reponer el conocimiento de los libros pueden ser necesarios quizás unos pocos siglos, para reponer, de alguna forma, las especies eliminadas harán falta, como mínimo, millones y millones de años de evolución.

¿Y cuál es el motivo para destruir todas estas especies? El motivo es mantener un modelo de civilización agresivo que, como ya todo el mundo sabe, resulta insostenible. Es decir, ni siquiera va a durar mucho más tiempo. Se talan bosques para plantar cultivos que duran apenas unos años, se convierten praderas en monocultivos contaminantes, se acaba con bancos pesqueros para crear piensos para el ganado, se secan los ríos desviando el agua para actividades turísticas, se propagan plagas y especies invasoras por descuidadas razones comerciales…

En fin, el motivo es aún más estúpido que el del bibliotecario de Alejandría. Si aún fuese para calentarse un poco las manos durante el invierno, sería más comprensible.