28/2/13

El nacimiento del ecologismo real.

De vez en cuando conviene hacer un alto en el camino y volver la vista hacia atrás para contemplar, atisbando las huellas de nuestros efímeros pasos, la totalidad del camino que hemos recorrido. Conviene detenernos para ver los altos, las curvas, los pasos angostos que hemos conseguido superar, pero también todas las piedras, los errores, en los que hemos tropezado. Y de igual forma que observamos nuestro propio camino conviene también observar el camino realizado por otros, por aquellos otros caminantes que siguen o que siguieron en el pasado un camino semejante o paralelo al nuestro. Contemplando sus errores podremos quizás intentar evitarlos. Así, nos será sin duda de gran utilidad, por ejemplo, buscar paralelismos entre los caminos recorridos por dos ideologías recientes: el socialismo y el ecologismo.

El socialismo surgió en el siglo XIX bajo la forma del llamado socialismo utópico. Según esta corriente de pensamiento, el simple conocimiento y la práctica de los ideales socialistas, tendentes a crear una sociedad más justa, más libre, más armoniosa, serían más que suficientes para acabar con la injusticia y la existencia de clases sociales. Se pensaba que incluso los detentores del poder social y económico se sumarían con convicción a la defensa de las luminosas ideas del socialismo. Sin embargo, como bien rápidamente se pudo comprobar, quien tiene el poder y se beneficia de él de forma creciente nunca tiene, salvo raras excepciones, la inteligencia o la voluntad suficiente como para cambiar renunciando a sus privilegios.

Por ello surgió una nueva corriente, el socialismo científico. Para esta corriente, el socialismo sólo podría imponerse por la lucha y por la presión social ejercida por los más desfavorecidos, siendo ésta la única forma de vencer la férrea voluntad de la minoría privilegiada por mantenerse en el poder. La sociedad ideal, más justa, más digna y más sostenible, sólo podría alcanzarse mediante una acción bien estudiada y delineada, mediante una metodología científica capaz de enfrentar todas las dificultades. Y esta metodología, pretendiendo en primer lugar la eliminación de los privilegios sociales y la propiedad privada de los medios de producción, debería definir con claridad los primeros pasos de una transformación social que tuviese siempre como motor la lucha y la rebelión de la mayoría desfavorecida, a la que igualmente podrían sumarse luego los elementos más lúcidos de la minoría privilegiada.

Ya en el siglo XX, algunos procesos revolucionarios, ya siempre bajo una inevitable inspiración socialista, acabaron por dar lugar a regímenes de características autoritarias, cada vez menos democráticos, progresivamente dominados por la aparición de una minoría social privilegiada de índole política o burocrática. En estos regímenes, los iniciales ideales socialistas pasaron a aplicarse de una forma cada vez más despótica o incluso, finalmente, como una simple fachada para encubrir su progresiva corrupción moral. Este camino de degradación ideológica fue conocido como socialismo real, siendo justificado por sus autores como la única opción posible para el socialismo en el contexto y las particulares circunstancias históricas en que intentó desarrollarse.

Fue también en este último siglo, ante la cada vez más evidente y alarmante crisis ambiental mundial, que surgió el movimiento ecologista como un amplio movimiento social en defensa de la naturaleza y del medio ambiente. Una vez más, la primera corriente de pensamiento en aparecer, el denominado ambientalismo, consideró que el simple conocimiento de la necesidad de preservar el medio ambiente sería más que suficiente para que las sociedades modernas tomasen todas las medidas necesarias para su urgente salvaguarda. Y se pensó incluso que las sociedades más destructoras del medio ambiente, justamente aquellas que más se beneficiaban del activo ambiental de los otros países o incluso, de forma suicida, del activo ambiental de las generaciones futuras, serían las primeras en sumarse a la defensa de las ideas ambientalistas.

Pero esta idea se reveló ya como claramente utópica. Salvo raras excepciones, o salvo aplicaciones muy limitadas a un entorno inmediato, los países y las multinacionales que se benefician de forma creciente de los abusos ambientales muy raras veces llegan a tener la inteligencia o la conciencia suficiente como para renunciar a sus privilegios. Privilegios estos que, tal como es frecuente en la historia, han pasado a confundirse mientras tanto con los privilegios previamente existentes, en este caso con los privilegios sociales combatidos por el socialismo.

Es así como nació el ecologismo o ecologismo social, que, abordando el problema de una forma más científica, defiende el cambio radical hacia un nuevo modelo de sociedad donde sea imposible obtener beneficios o privilegios con la destrucción del ambiente y donde no exista la propiedad privada de los recursos naturales o de su explotación. Y este cambio sólo se podrá alcanzar con la fuerza y la lucha ejercida por las mayorías desfavorecidas, por las víctimas de los cada vez más terribles abusos ambientales, por los pueblos y países dominados, explotados y devastados, por las nuevas generaciones que nacieron ya condenadas a la miseria y también, de forma especial, por los sectores más lúcidos e ilustrados de las sociedades privilegiadas, que desde luego no son inmunes al creciente desastre ambiental mundial.

En los últimos años, sin embargo, en el movimiento en defensa del medio ambiente aparecieron determinados partidos o corrientes que defienden firmemente el pragmatismo y, de forma sorprendente, se alían con los abusadores o apoyan la continuidad, bajo simples reformas, del actual modelo de sociedad, tan terriblemente destructivo para el ambiente. Se denominan a sí mismos como realistas. ¿Estaremos así ante el nacimiento, a imagen del socialismo real, de lo que podremos denominar como el ecologismo real?