1/7/10

Elecciones o democracia.


Una y otra vez oímos decir que las elecciones son la característica esencial y, sobre todo, definitoria de un sistema democrático. Y de tantas veces repetido, parece que esto sea realmente verdad. Sin embargo, lo cierto es que la relación que existe entre las elecciones y la democracia es casi siempre de carácter circunstancial, cuando no claramente antagónica.

En primer lugar, conviene aclarar que no todos los países que realizan elecciones son democráticos. Analizando los variados regímenes políticos existentes en la actualidad, o en un pasado reciente, vemos que raro es aquel que no realiza algún tipo de elecciones. Desde los regímenes más tiránicos o dictatoriales a aquellos otros de carácter más popular o republicano, en casi todos ellos se realiza algún tipo de acto electoral para escoger representantes. Además, no podemos olvidar que el advenimiento de ciertos regímenes tiránicos, claramente antidemocráticos, fue en ocasiones resultado de unas elecciones consideradas libres y democráticas. Tal como sucedió por ejemplo en la Europa de los años 30, algunas elecciones pueden acabar por sepultar cualquier tipo de valores democráticos.

Y en segundo lugar, aclaremos que no todos los países que son democráticos realizan elecciones. En realidad, los que son puramente democráticos nunca las realizan. Tal como explica Aristóteles y otros filósofos, en las democracias más genuinas los cargos públicos no son elegidos mediante elecciones, sino por sorteo. Esto es así porque, en una democracia, todos los ciudadanos son considerados de igual valor e igualmente capacitados, por lo que sólo es aceptable que sea el azar quien determine qué persona debe ocupar un determinado cargo público. Caso contrario, se estaría incurriendo en algún tipo de distinción, preferencia o discriminación entre ciudadanos.

En realidad, según Aristóteles, las elecciones son un procedimiento característico de los regímenes oligárquicos, donde existe una clase social privilegiada que suministra los candidatos y una o varias clases sociales que los eligen. Y esto es así incluso cuando algunos candidatos, fomentando el populismo, se hayan ido a buscar entre las clases más bajas. De forma sorprendente, en nuestras sociedades modernas, claramente oligárquicas, el carácter elitista de los candidatos resulta más que evidente. En ellas, los candidatos forman parte de una determinada casta social, la de los políticos, mientras que el pueblo llano, los electores, permanecen voluntariamente excluidos y enajenados de los cargos públicos, renunciando así a cualquier participación democrática.

Teniendo en cuenta que las elecciones no caracterizan a la democracia y que la democracia no se caracteriza, en realidad, por tener elecciones, podemos afirmar, sin embargo, que las elecciones, junto con los referendos, son instrumentos de gobernación útiles y necesarios para cualquier régimen basado en la soberanía popular. Pero, como simples instrumentos que son, está claro que siempre pueden ser bien o mal empleados.

Las elecciones serán mal empleadas: cuando suplanten progresivamente la participación directa de los ciudadanos en la política, cuando los representantes elegidos formen una clase social propia y cada vez más elitista, cuando dichos representantes usurpen de alguna forma el poder y la soberanía de los representados, cuando las elecciones sirvan únicamente para dar empleo público a una parte de esa élite, cuando en vez de ideas únicamente se discuta la validez de los candidatos para un determinado cargo.

Por el contrario, las elecciones serán bien empleadas: cuando incentiven la permanente y activa participación de los ciudadanos en la vida pública, cuando sirvan para debatir ideas, cuando estimulen la realización de reuniones y asambleas públicas, cuando haya una continua renovación de los representantes, cuando los cargos públicos sean ocupados por los ciudadanos más sabios y capacitados, cuando las personas se sientan identificadas con sus representantes.

Resulta muy fácil, por tanto, saber si en nuestra sociedad las elecciones son empleadas para el bien o para el mal, saber si vivimos en un régimen de soberanía popular o en un régimen cada vez más oligocrático. Así, por ejemplo, cuando existan clases sociales, cuando el reparto de la riqueza entre esas clases sea cada vez más desigual, cuando la participación en los partidos políticos sea cada vez menor, cuando la abstención electoral sea cada vez más abrumadora, cuando no exista discusión ideológica en las elecciones, cuando los elegidos sean siempre los mismos… será evidente que vivimos en una oligocracia y que ésta utiliza las elecciones para aumentar su poder.

Y estaremos en un régimen de soberanía popular si… ¿de verdad cree que alguna vez iban a permitirle eso?