12/6/09

La crisis del principio de causalidad.

Algunos filósofos ganan rápidamente celebridad y pasan a la historia. Es el caso de Pitágoras, Platón, Rousseau, Hegel… Otros, sin embargo, permanecen para siempre ignorados. Y eso a pesar de, en ocasiones, realizar grandes descubrimientos que fueron esenciales para el desarrollo de la filosofía e incluso de la propia humanidad. Es el caso, por ejemplo, del descubridor del principio de causalidad, figura excelsa de la historia de la filosofía cuyo nombre, por desgracia, permanece hoy en día oculto en las brumas del olvido.

Fue en una época remota, muy anterior a la aparición de los grandes filósofos griegos, que surgió esta figura admirable. Se piensa que vivía en una humilde caverna y que pasaba su tiempo apaciblemente, contemplando el sol durante el día y admirando el movimiento de las estrellas durante la noche. Este eminente pensador tenía, sin embargo, dos problemas. El primero era sufrir frecuentes desmayos y dolores de cabeza. El segundo era tener un compañero de caverna muy agresivo que con frecuencia le golpeaba en la cabeza con su garrote.

Un buen día, nuestro filósofo se dio cuenta de que estos problemas aparecían casi siempre asociados en el tiempo. Era justo después de recibir un golpe en la cabeza que le aparecían sus acostumbrados desmayos y dolores de cabeza. Así, tras mucho reflexionar, llegó a la conclusión de que había una relación de causa y efecto entre ambos fenómenos. ¡El principio de causalidad había sido finalmente descubierto!

Sin embargo, este principio nunca fue aceptado por sus contemporáneos, pues entraba en conflicto con todo tipo de creencias místicas y esotéricas. Y lo mismo ocurrió durante los siglos siguientes. La sociedad nunca aceptó fácilmente este principio tan innovador y revolucionario. Muchas veces ni siquiera era bien comprendido o utilizado, prestándose a grandes confusiones.

Por ejemplo, ya en la Edad Media, la inesperada muerte de cierto rey reveló la confusión aún existente en aquella época sobre este problema. Los fieles cortesanos, reunidos alrededor del cadáver, elaboraron diversas teorías sobre la causa de su muerte, sin que pudiese llegar a decidirse cuál era la correcta. Unos pensaban que la muerte era debida a alguna cosa que comió y que le sentó mal. Otros pensaban que era debida a que tomó demasiado sol en la cabeza. Otros afirmaban que era simplemente consecuencia de la voluntad divina. Sólo unos pocos llegaron a señalar que la causa de la muerte era el puñal que el rey tenía clavado en la espalda.

Pero lo peor de todo fue la teoría expuesta por el heredero del rey, que fue además la última persona en verlo con vida. Según él, el rey “murió debido a que ahora está muerto”. Este argumento ejemplifica el principal enemigo del principio de causalidad: es el llamado círculo vicioso. Consiste, como es evidente, en hacer pensar que la consecuencia observada es al mismo tiempo causa de sí misma.

Hoy en día no tenemos motivos para mostrarnos mucho más optimistas sobre la aceptación del principio de causalidad. En realidad, la teoría del círculo vicioso está a imponerse cada vez más en nuestra sociedad. Baste como ejemplo la explicación que se da a la llamada crisis económica. Es evidente que después de años de capitalismo salvaje, de excesos financieros, de aumento de las desigualdades sociales, de abuso de los recursos naturales, resulta del todo inevitable sufrir un fuerte colapso económico o una serie recurrente de ellos.

Sin embargo, los responsables de esta crisis defienden con ahínco la teoría del círculo vicioso. Según ellos, si la economía se encuentra en crisis es precisamente debido a la crisis económica. La crisis económica explica el hecho de que la economía se encuentre en crisis.

La razón por la que defienden esta teoría resulta evidente. No estando identificada la verdadera causa del problema, tampoco se señalan los responsables de ella. Los culpables de la crisis pueden así dormir tranquilos, pues nadie va a acusarlos de nada. Para acusarlos sería necesario saber que hubo una causa y que ellos fueron sus responsables. Mientras todo el mundo crea en la teoría del círculo vicioso ellos estarán a salvo.

Así, podemos decir que si hoy en día el principio de causalidad está en crisis, es simplemente debido a la crisis del principio de causalidad.

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