12/11/18

La ideología, más arriba a la izquierda


El gazpacho es un plato típico del sur de España que resulta particularmente apreciado durante los meses más cálidos del verano. Consiste en un caldo que se sirve frío y que se elabora a partir de diversos vegetales triturados. Existe, desde luego, una gran variedad de formas de preparar el gazpacho. Pero lo más sorprendente es que su receta ha ido cambiando enormemente a lo largo del tiempo y de diferentes épocas. Si en un principio, hace siglos, el gazpacho se preparaba básicamente con migas de pan, aceite, vinagre y ajo, con la llegada de las nuevas hortalizas provenientes de América y de Asia pasó a incorporar ingredientes ahora tan esenciales como el tomate, el pepino o el pimiento.

Así, la idea de lo que es el gazpacho –o, si se prefiere, la ideología culinaria inherente a su preparación– ha ido evolucionando y perfeccionándose con el tiempo, permitiendo a este famoso plato llegar a ser lo que es hoy.

Precisamente este mismo aspecto de evolución y de perfeccionamiento es de enorme importancia cuando hablamos de ideologías. Al buscar la definición de lo que es una ideología, nos encontraremos en general con dos posiciones enfrentadas, dos visiones antagónicas que difieren exactamente en el reconocimiento o no de la capacidad de las ideologías para cambiar y evolucionar.

Para algunos, una ideología no es más que un conjunto de ideas, una especie de ideario de carácter fijo e inmutable, cuya función consiste únicamente en definir y cohesionar a un determinado grupo social. Así, funcionando como un sistema totémico de ideas, la ideología tiene una naturaleza dogmática y es de obligada obediencia por parte de todos los miembros del grupo. Cualquier persona que se aleje de ella es expulsada. Y, de igual forma, cualquiera que desee entrar en el grupo deberá adoptarla por completo, renunciando a sus ideas previas.

Sin embargo, para otros esta definición de ideología es totalmente abusiva y reduccionista, contraria al ejercicio de las ideas y de la filosofía, es decir, contraria a aquello que es la esencia misma de las auténticas ideologías. Una verdadera ideología es también un conjunto de ideas, pero es un conjunto de ideas de carácter cambiante y perfeccionista, en continua evolución, que se organiza necesariamente en una estructura formal sólida y coherente. Su función es elevar a todo el conjunto de la sociedad, no sólo a un grupo, hacia un nuevo nivel de conocimiento y de ética que intenta construir. Y si en ocasiones una ideología coincide con un determinado grupo social, principalmente al inicio de su andadura, ésta no sirve necesariamente para cohesionar a sus miembros ni pretende nunca exigirles una sumisión intelectual.

En la filosofía todas las ideas nacen, se oponen, se contrastan, se apoyan, se diluyen, se reencuentran, van dialogando entre sí, determinando su validez, para luego servir de base a otras ideas de orden superior. La filosofía política sigue también este mismo proceso y, ante una determinada realidad social o histórica, debe utilizar las ideas existentes para construir una o varias ideologías. Pero a medida que las ideas evolucionan, así también las ideologías deben progresar, morir, divergir o unirse entre sí para alumbrar otras nuevas.

Toda verdadera ideología, toda construcción filosófica de ideas, tiene por tanto un propósito de progreso, de cambio, de desarrollo. Y este desarrollo, en su vertiente política y social, es lo que ha venido a llamarse históricamente como la izquierda.

Toda verdadera ideología es por tanto, nominalmente, una ideología de izquierda. Y entre los diferentes tipos existentes podemos distinguir, por ejemplo, las ideologías progresistas, defensoras de una transformación lenta y gradual de la sociedad, o las ideologías revolucionarias, comprometidas con un cambio social inmediato y rupturista. De estos tipos deberemos excluir, claro está, todas las falsas izquierdas con sus falsas ideologías.

Pero muchas veces oímos hablar también de ideologías de derecha, lo que es ciertamente una utilización abusiva del término. Lo que conocemos históricamente como la derecha se caracteriza por oponerse expresamente a cualquier discusión y desarrollo de las ideas, aunque éstas inevitablemente acaben siempre por forzar con el tiempo una cierta deriva.

En el campo de la derecha, cualquier idea o incluso cualquier realidad deberá doblegarse, y si es necesario deformarse, para caber dentro de la estructura axiomática previamente concebida. Las mal denominadas ideologías de derecha, en realidad simples idearios, se corresponden claramente con aquella visión reduccionista que iguala la ideología a un conjunto de dogmas destinados a crear la cohesión social de un determinado grupo.

Los dogmas de la derecha nacen muchas veces de forma natural a partir de la ignorancia, de la incapacidad filosófica para concebir o desarrollar ideas. Pero también nacen premeditadamente como una forma de dominación: su imposición, directa o indirecta, impide el avance de las ideas y obliga a la sociedad a permanecer para siempre en el más puro inmovilismo. Así, cuando los dogmas tienen esta función de fijar el orden social existente, impidiendo que sea destruido por el progreso y por las verdaderas ideologías, suele hablarse de ideologías conservadoras. Y cuando los dogmas pretenden hacer retroceder a la sociedad en el progreso alcanzado, revertirla hacia una situación anterior para reconquistar un orden social perdido, suele hablarse de ideologías reaccionarias.

La derecha sólo genera falsas ideologías, simples idearios de carácter inamovible. Con sus burdos axiomas, con sus ideas deformes y atormentadas, sólo pretende excavar catacumbas cada vez más hondas a las que nunca pueda llegar la luz del progreso. Y en ellas forja las cadenas con las que condena a la sociedad a sufrir una esclavitud que se perpetúa eternamente, dentro de un orden social asfixiante e imperecedero.

Si a usted le gusta el gazpacho, si usted ama el conocimiento, la filosofía y la libertad, si usted busca una auténtica ideología, no tenga dudas de donde podrá encontrarla: allí, más arriba, a la izquierda.



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