5/2/14

Los falsos caminos de la libertad.


Todo el mundo ansía por la libertad y está dispuesto a luchar, o incluso a morir, por ella. Pero ¿qué es exactamente la libertad? ¿O cuál es el tipo de libertad que deseamos? Son muchas las definiciones que existen de libertad y también son muchas las formas en que sentimos su presencia o su ausencia. E incluso, a veces, lo que es sentido por algunas personas como libertad no pasa, para otras, de una simple y penosa forma de esclavitud. Así, ¿qué debemos entender entonces por libertad?

En general, podemos definir la libertad como la ausencia de obstáculos, levantados o ejercidos por otras personas, que nos impidan buscar o alcanzar nuestra propia felicidad. Así, diremos que nos falta la libertad cuando alguien consigue dificultar o impedirnos la realización ya sea de nuestra voluntad, de nuestros actos o de nuestros pensamientos. Y como ciertamente son muchos y de muy diferente tipo los obstáculos que se pueden levantar contra nosotros, deberemos definir varios tipos o grados de libertad.

Podremos, no obstante, decir que son tres los tipos más básicos de libertad e incluso podremos tratar de describirlos recurriendo a un simple ejemplo. Para ello nos bastará imaginar que nos encontramos en una encrucijada. Ante nosotros se abren tres diferentes caminos y tres posibles opciones. Pero sólo uno de ellos nos conducirá a nuestra felicidad, representada aquí por nuestra casa y nuestra familia. Los otros dos caminos nos alejarán de ellas, conduciéndonos por oscuros parajes y condenándonos a una vida llena de desgracia y falta de esperanza.

1) La encrucijada. En un primer momento intentamos acercarnos a la encrucijada, pero comprobamos entonces que unas fuertes cadenas de hierro nos prenden al suelo de la senda por la que acabamos de llegar, impidiéndonos cualquier avance. No podemos llegar a escoger ninguno de los tres caminos porque ni siquiera tenemos la posibilidad de hacerlo. Nos falta la libertad más básica: la libertad de acción.

Cuando finalmente consigamos romper esas cadenas seremos libres de actuar. Pero al realizar cualquier acción estaremos lógicamente sometidos a las reglas de la ética. Así, si actuamos para nuestro bien y para el bien de los otros estaremos actuando verdaderamente en libertad. Pero si, por el contrario, actuamos para nuestro mal o para el mal de los otros estaremos cayendo en uno de los dos precipicios que se abren a nuestros lados: respectivamente, el vicio y el libertinaje.

2) Derecha. Libres ya de nuestras cadenas y a salvo de caer en estos precipicios, observamos el camino de la derecha. Junto a él, una señal de grandes dimensiones nos indica que este es el camino correcto para llegar a nuestra casa. La señal nos invita a tomar esta dirección prometiéndonos con ello una rápida consecución de nuestra felicidad.

Pero desgraciadamente es mentira. Quien colocó la señal nos está engañando y, con ello, pone un obstáculo insalvable a nuestra felicidad. Iniciado el camino, rápidamente nos daremos cuenta de que nos hemos convertido en esclavos de quien colocó la señal. Y en verdad son muchas las personas que, en la actualidad, se encuentran esclavizadas por haber seguido este camino. Son muchas las personas privadas de libertad, condenadas a una vida sin esperanza, por haber decidido seguir el camino indicado por las diversas formas de la mentira, como son los medios de comunicación totalitarios, las religiones, los gobiernos tiránicos, las tradiciones oprobiosas o, simplemente, la promesa de los vendedores de falsas esperanzas. Librarse de este tipo de engaño es ganar una libertad auténtica y fundamental: la libertad de elección.

3) Centro. Evitado el engaño, pisando ya firmemente el terreno de la verdad, nos queda elegir entre los otros dos caminos. Y probablemente escogeremos el del centro, pues en un primer momento nos parece más llano y prometedor. Pero por desgracia es la opción equivocada. Si hubiésemos sabido ver, por ejemplo, que los árboles que bordean este camino son robles y no castaños, tal como lo son aquellos que bordean el camino de la izquierda y también los bosques que envuelven nuestra casa, no nos habríamos equivocado de camino. Hemos sido víctimas por tanto de nuestra propia ignorancia.

Pero no seríamos tan ignorantes si hubiésemos recibido una buena instrucción durante nuestra infancia y nuestra juventud. Y no hay duda de que quien impide la existencia de escuelas y de un buen sistema educativo está creando fuertes obstáculos para que las personas alcancen su propia felicidad. Contra menos instrucción exista, más fácilmente las personas estarán condenadas a escoger el camino equivocado y más fácilmente podrán ser esclavizadas. No será necesario engañarlas, pues serán ellas mismas las que se engañen. Bien por el contrario, contra más instrucción y cultura reciban las personas más libres serán, pues en definitiva es el conocimiento el que nos hace libres. Y así ganaremos el tipo más decisivo de libertad: la libertad de discernimiento.

4) Izquierda. Siendo libres para actuar, libres también de elegir por no ser apartados de la verdad y libres igualmente para, mediante el conocimiento, discernir entre el error y el acierto, elegimos finalmente el camino de la izquierda, el único que nos llevará hasta nuestra casa y hasta nuestra plena felicidad. Nadie nos está poniendo ahora obstáculos, por lo que podemos decir que somos definitivamente libres.

Pero, sin duda, en nuestro camino nos enfrentaremos a obstáculos materiales que, no habiendo sido creados por otras personas, harán con que podamos alcanzar o no la felicidad. La furia de una tormenta devastadora, la falta de agua o de comida o la abertura de un precipicio en medio de nuestra senda podrán acabar fácilmente con todas nuestras esperanzas. Y es que todos nosotros emprendemos continuamente caminos sin fin en la búsqueda incansable de nuestra felicidad. Y al recorrerlos, incluso dentro de la más pura libertad, nuestro rumbo siempre incierto acaba por convertirnos en esclavos de nuestro propio destino.

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